“Prueba otra vez. Fracasa
otra vez. Fracasa mejor” (S.
Beckett).
Un día,
te despertarás y, aún estando tirada en la cama, en los cinco minutos de prórroga
entre que suena el despertador y decides poner un pie en el suelo, lo sentirás.
Justo entonces, en ese tiempo de descuento entre que vuelves de los sueños y
empieza la realidad, te caerá como un jarro de agua fría que alguien lanza
desde el techo sin tú esperarlo. Lo verás todo claro. Serás plenamente
consciente, por primera vez en toda tu vida, de que has fracasado.
Será un
día completamente anodino, ninguna fecha reseñable. Ni siquiera será un sábado.
Probablemente sea martes o jueves. Un día cualquiera, cuando te encuentres en
el ecuador de la treintena y acabes de darte cuenta de que estás más cerca de
los cuarenta que de los veinte, sentirás la vida morderte los pies de forma
descarada. Ni siquiera será un lunes.
Lo
primero que harás tras esta devastadora revelación será elaborar una lista
mental con todas las cosas que se supone que tendrías que haber conseguido a tu
edad. Irás haciendo un repaso de tu lista imaginaria tal y como te relato a
continuación para constatar que tu recién estrenada angustia existencial es
real y tiene fundamento.
- SALUD
Y BIENESTAR PERSONAL: Has dejado de ser una mujer atractiva, con lo presumida
que has sido tú toda la vida. Estás gorda. Bebes demasiado, la comida basura es
un recurso demasiado fácil los días de resaca. Estás menos activa, casi no te
mueves del sofá. Estás cansada todo el tiempo. Llevas pagando el gimnasio
cuatro meses y apenas has ido a un par de clases de gimnasia de mantenimiento.
Te pones el pie como excusa, que te sigue doliendo, pero sabes que no es solo
eso. Te pesan los kilos. No te cabe la ropa. Te probaste los vaqueros hace unos
meses, después del accidente, y faltaba una mano entera para que abrocharan. Ni
dejando de respirar subía la cremallera aquella.
-
TRABAJO ESTABLE/ÉXITO PROFESIONAL: Tienes trabajo, menos mal. Un contrato
temporal que se acaba dentro de tres meses y aún no tienes noticias de que te
lo vayan a renovar. Ni rastro de la estabilidad que alguien te prometió que
algún día tendrías si hacías todo lo que había que hacer, si lo hacías todo
bien. Séptima de tu promoción, Premio Extraordinario
de Doctorado, becaria de la Sociedad
Europea de bla, bla, bla para irte de postdoc al extranjero…has seguido
todos los pasos que tenías que seguir, pero ahí estás: viviendo al limite de la
ansiedad con tu contrato temporal.
- PROPIEDADES:
Vives de alquiler sola encima de un bar de marcha adolescente. Todavía quedan cajas
sin deshacer en casa de tu madre de cuando te volviste del extranjero, hace ya
un año. Tienes ahorros más que suficientes para la entrada de un apartamento
bonito y luminoso en el centro, pero son del todo insuficientes para pagarlo al
contado. Ya han rechazado tu expediente en un par de bancos porque no dan
hipotecas a mujeres solteras con contratos que acaban dentro de tres meses.
- VIDA
SENTIMENTAL, PARTE I: No estás casada, pero tampoco te importa tanto. Siempre
soñaste con el vestido de novia ideal, es verdad. Con casarte en un jardín
botánico lleno de flores exóticas e invitar a todo el mundo a salmorejo,
tortilla de patatas y ensaladilla. Una vez, incluso pensaste en preguntar en el
ayuntamiento si te dejarían casarte en los Jardines del Líbano o en la zona de
pérgolas cercana a la plaza de las
palomas dentro del mismo Parque de María Luisa. Tienes hasta pensada la
coreografía de Dirty dancing que
harías con tu hermano para iniciar el baile. Porque sería con tu hermano, que
para eso lleva aquí toda la vida. Pero las bodas cada vez te dan más pereza y
cada vez te parece más cutre estar casada.
- VIDA
SENTIMENTAL, PARTE II: No tienes novio. Nadie a quien ponerle mala cara por la
mañana porque no ha hecho café y que se dé cuenta de que hoy te levantaste de
mal humor. Nadie a quien darle un beso de buenos días. Nadie con quien hacer
planes el fin de semana o para el resto de tu vida. Nadie con quien alquilarte
un hotel unos días en la playa este verano. Esto te duele un poco más. Esto
casi te corta la respiración algunas tardes, sobre todo las de domingo que todo
el mundo tiene planes. No te gusta nadie. No quieres follar con nadie. El último
siempre ha sido demasiado.
- VIDA
SENTIMENTAL, PARTE III (COLOFÓN FINAL): No tienes hijos. Puede que no sientas
el tic tac continuo del reloj, pero
cuando lo oyes, es peor que un reloj de cuco dando la hora en punto cada cinco
minutos. Se te pasa el arroz. El baby
boom ha llegado a todo tu alrededor y tú aún sientes que hay demasiado por
construir en otras áreas de tu vida como para empezar a construir una vida
ajena-dependiente desde cero. No es tu momento. No quieres ser madre soltera,
pero el segundero aprieta el ritmo y te hace pensar que no hay vida después de los
cuarenta. El tiempo se acaba allí. Quizás, de toda esta lista de cosas que vienen
con el jarro de agua fría, ésta sea la que más hurga en la herida: pensar que cada vez es más probable que nunca vayas a formar una familia.
Tras
este devastador y a priori realista
paseo mental por el fracaso, sentirás que la vida no tiene sentido. Que todo
esfuerzo es siempre en vano. Que vivir es algo más que tú te estás perdiendo,
que jugaste todas las cartas mal. Que siempre podrías haber hecho algo más,
haberlo hecho mejor. Llora, si lo crees necesario. Muérdete todas las uñas. Ve
destrozada a trabajar, hazlo todo mal y cómete una pizza con extra de queso
cuando llegues a casa. Tómate un tiempo, deja espacio para el duelo. Sal a
beber y a bailar. Empieza a fumar de nuevo. Quédate en casa todos los fines de
semana. Abandónate al desastre. Eres una fracasada. Disfruta de ello.
Algún
tiempo después, no te diré cuánto, te encontrarás en casa tirada un sábado
cualquiera leyendo en el sofá. Habrás visto a tus amigas un poco más
últimamente, encontrado algo de fuerza para ponerte por fin a dieta, tenido
alguna charla alentadora con tu jefe. Te habrás fijado en algún chico nuevo,
estarás planeando algún viaje. Entrará la luz por el balcón de ese apartamento
de alquiler en el que todavía vives, una luz cálida del atardecer y algo de
brisa. Habrás vuelto a poner música en casa.
Entonces,
en esa tarde cualquiera de sábado, que será casi primavera o casi verano, te
vendrá una nueva revelación. Esta vez, como el suave abrazo de alguien a quien
hace tiempo que no ves, más cálido que aquel jarro de agua fría, y te darás
cuenta de que estás bien. Fracasada o no, todo está en su sitio. Lejos de todas
las expectativas que te creaste cuando aún no tenías ni idea de lo que era
vivir. Puede que, incluso, te sobrevenga el leve sentimiento de la felicidad.